Las Crónicas del Cronista de Sanse. Por Santiago Izquierdo G.Bárcena
1.- Esperanza Abad Giménez (1890-1992)
Esperanza Abad fue una gran benefactora de la que aún hoy disfrutan los vecinos
1.- Esperanza Abad Giménez (1890-1992)
Esperanza Abad fue una gran benefactora de la que aún hoy disfrutan los vecinos
Por Santiago Izquierdo*.- (I) La historia de los
pueblos se escribe diariamente con sus grandezas y sus miserias, pero el
nuestro -Sanse- puede sentirse orgulloso de su origen y de ese día a día vivido, pues
pocos como él han sabido hablar y defender la libertad y la independencia a lo
largo de toda su existencia.
Esperanza Abad, a la izquierda, siempre estuvo vinculada y comprometida con la labor social de la iglesia. |
San Sebastián de los
Reyes siempre dio lo mejor que un pueblo puede ofrecer: su laboriosidad,
honestidad y sencillez, y ejemplo de ello son muchos de los hijos que este
pueblo ha dado desde aquel Pedro
Rodríguez “el viejo”, pasando por Martín García, Francisca de Bártulo, Celestino
Navacerrada, Diego Ventura de Ozilla, Diego Carcaxona, Esteban López, Juan Antonio
Castejón, Manuel Montes, Agustín Giménez Frutos, Hermenegildo Izquierdo,
Laureano Montero, etc., etc. Y cerrando este largo etcétera podemos situar
a Esperanza Abad Giménez, pues pese a la huella
que ha dejado en su pueblo, siempre trató de “pasar de puntillas” a lo largo de
su dilatada y fecunda vida.
He referido en
diversas ocasiones que esta localidad no sólo tiene motivos para celebrar la fecha
de 1492, sino otras muchas que a lo largo de sus más de cinco siglos de historia
se han producido, muchos han sido los acontecimientos que también son dignos de
recordar y conmemorar; ejemplo de ellos es el
haber celebrado este año el quinto centenario de la muerte de nuestro rey protector:
Fernando el Católico, una ocasión perdida.
En enero de 1991
escribí un artículo sobre la ocasión perdida por nuestras autoridades de no
haber recordado el centenario del nacimiento de una mujer excepcional como fue Esperanza Abad Giménez, sería de bastante
agradecer que en el 25 aniversario de su fallecimiento, el próximo día 6 de enero,
se le rinda ese homenaje que aún está pendiente.
Nieta del primer notario
Esperanza Abad nació
el 18 de diciembre de 1890 en la casa señalada con el número 2 de la Plaza de
la Constitución. Era hija única de Silvio
Abad Menoyo y de Fermina Giménez Frutos, nieta por vía materna del primer
notario de esta localidad, Manuel
Giménez Martín y de Ángela López-Valdemoro, descendiente
ésta de Fernando Valdemoro,
Guarda Mayor de los Reales Bosques.
Su educación
trascurrió en Madrid, donde su padre ejercía de procurador, destacando pronto en
francés y piano. Sería en el propio despacho de su padre donde conocería a su futuro
esposo: Antonio Prieto
y Odiaga. Desde el principio hubo una oposición familiar ante la
pretensión de Antonio de casarse con Esperanza, pues era de sobra conocido su
carácter “aventurero”.
El pretendiente no
cejará en su empeño, pues dice haberse enamorado perdidamente de ella, y tras
una serie de aventuras y lances, dignos de una novela romántica, en la que
existe un intento de rapto y un suicidio frustrado, conseguirá su propósito y
se casarán en Madrid el año 1911.
Antonio Prieto, ingeniero industrial, era un hombre de
carácter abierto y afable, lo que podríamos decir un “hombre de mundo”. Llevará
a su joven esposa a las más importantes fiestas y cacerías que se daban en la
época, recorrerán gran parte de Europa y recalarán en la isla de Mallorca, donde
Antonio goza de la amistad del archiduque Luis Salvador, pues él desciende de
una importante familia menorquina.
En el barrio de Usera
hay calles dedicadas a Antonio Prieto, a su suegro Silvio Abad y a la familia
Odiaga.
Hasta aquí la época
feliz, pero pronto Esperanza comprueba que su matrimonio no funciona. Trata de
salvarlo y se refugia durante largos periodos en su finca La Bugeda, sita al
sur de la provincia de Guadalajara, próxima a Zorita de los Canes. Allí se
dedicará principalmente a la educación de los hijos de sus colonos, volcando en
ellos su cariño en compensación de los hijos que ella no tiene.
La situación con su
marido la hace desgraciada, y al fin decide ponerlo en conocimiento de sus
padres, los cuales la acogerán de nuevo en su casa, y así pasa en un corto período
de tiempo de colegiala a ama de casa y de nuevo a hija sumisa.
Al lado de los necesitados
Su madre muere en el
año 1928, y poco después perderá a su padre, en 1931, estando ella ausente. En
1932 muere su marido, que aunque arruinó su vida, le profesa respeto y cariño,
de tal manera que siempre, hasta su muerte, añadió a su nombre de soltera el de
viuda de Prieto.
Tras la muerte de su
padre decide regresar a San Sebastián de los Reyes para hacerse cargo de su
hacienda agrícola y ganadera, a pesar del desconocimiento que de ella poseía.
La década de los años
30 son años difíciles, pues de todos es sabido los problemas políticos y
sociales que envolvieron al país, pero Esperanza siempre estaba al lado de los
necesitados, socorriéndoles en todo cuanto podía, su casa se convirtió a menudo
en un centro asistencial, de la que nadie salía con las manos vacías. Conocidas
son las anécdotas de su compra de toda la caza furtiva que le ofrecían, aunque
muchas veces sabía que procedían de sus propias fincas, y que luego regalaba, y
si su administrador denunciaba a los cazadores furtivos, ella procedía a
retirar la denuncia.
En 1936 los sindicatos
locales proceden a la expropiación de numerosas fincas, pero por acuerdo
unánime deciden respetarla, pues si bien conocen su sentir cristiano y su posición
económica, también saben que si da uno a la Iglesia, entrega diez a los pobres.
Pasará la contienda
civil en su pueblo, compartiendo los productos agrícolas y ganaderos de que
dispone con sus vecinos. Durante la postguerra su casa seguirá siendo alivio de
todos los necesitados, y cuando llegan las Navidades, su portal se convierte en
un desfile interminable.
(II) Esta mujer, que a muchos les sonará su nombre, pues tiene dedicada
una calle que comienza en las inmediaciones de la Plaza de la Fuente y finaliza
en la plaza donde se ubica el monumento al Encierro, podía haber vivido de sus
rentas, pero prefirió vender su patrimonio y vivir con dignidad y gran austeridad, pues
decía que era consciente que de los bienes que poseía tan sólo era
administradora, pues los había recibido para compartirlos.
Su línea de actuación generosa será continua, y a veces conlleva
sacrificios porque aunque la hacienda era grande su disponibilidad en metálico era
escasa, teniendo en alguna ocasión que empeñar las pocas alhajas que poseía
para poder pagar los salarios.
Muestra de esa generosidad y amor al pueblo que la vio nacer es el
rosario de obras y donaciones que ha dejado para el enriquecimiento social,
cultural, religioso, deportivo, etc. del mismo.
Costeó el retablo de la iglesia de San Sebastián
En 1939 costea los materiales para la construcción del retablo de
la Parroquia, pues durante la guerra civil se había destruido el retablo barroco del
siglo XVI, así como el cuadro de San Sebastián que le presidía, obra de Lucas Jordán.
Cuando
murió su madre, de parálisis progresiva, prometió que cuando pudiera económicamente
crearía un hogar de ancianos; a ella no le gustaba la palabra asilo, pensando
lo que supone un familiar así en una familia sin recursos. Será en 1957 cuando
al vender unas fincas dispone del dinero necesario para llevar a efecto su promesa
y, prescindiendo de una parte de su propia casa, construye un edificio con una
pequeña capilla, acogedor y digno, con todos los servicios necesarios para
hospedar a 12 ancianos, que ella llama sus doce apóstoles, así como a la comunidad
religiosa que los atienda.
Este será el primer centro que en España ostente el título de
Hogar, pues quiere que éste cumpla totalmente con el espíritu que lo ha creado,
que sea para los acogidos un hogar cristiano en el que reciban cuidado y cariño,
y al que considera la prolongación de su propia casa, pues como si se tratase de
su propia familia sostiene en todas sus necesidades. Este edificio será el
embrión del actual existente entre la Plaza de la Constitución y la calle Real.
Más tarde dona en la Plaza de la Iglesia un solar para que se
levante una nueva clínica, que venga a paliar la deficiencia sanitaria que se
padece, pues la existente en la Plaza del Ayuntamiento ha quedado obsoleta para
el crecimiento urbano que está experimentando la localidad así lo demanda.
Hogar, clínica y terrenos para colegios
También reciben su ayuda los más pequeños, pues entrega al
Ayuntamiento un solar para la construcción de un colegio, al que la Corporación,
en agradecimiento decide darle el nombre de Silvio Abad. Con terrenos de su
propiedad se amplía el Colegio Francisco Carrillo, y se construye una guardería
en la calle del Pilar, bajo el patrocinio de la Caja de Ahorros de Madrid.
Para la tercera edad se
levanta el Hogar del Pensionista, sobre un terreno que dona al Ministerio de
Trabajo; y con destino a familias trabajadoras regala una finca en el paraje de La Arroyada, a la Obra Social Cultural Sopeña, en la
que se construye un parque deportivo.
No olvida tampoco el aspecto espiritual de los vecinos de su
pueblo, y cuando éste crece y sus necesidades religiosas con él, entrega un terreno para
que se levante una nueva parroquia, Ntra. Sra. de Valvanera, a la vez que contribuye
a sufragar gran parte de los gastos de su construcción.
Durante muchos años preside la asociación religiosa de la
Milagrosa, de carácter benéfico, y colabora en la creación de Cáritas Parroquial, de la
que será su primera presidenta.
Amor a su pueblo
En 1975 su salud está muy quebrantada, y su capacidad de acción
muy limitada. La congregación que atiende su Hogar de Ancianos Virgen de la
Esperanza, le plantea un problema: si este edificio no es ampliado de inmediato, dejarán
de regirlo.
Ante esta disyuntiva, y de acuerdo con sus familiares más
cercanos, hace frente al problema y decide sin dudarlo que su obra debe continuar. Derriba
su propia casa y su jardín, para llevar a efecto esta nueva obra tiene que vender
varias fincas, pero el edificio se levanta y es inaugurado el 20 de enero de 1980, con
capacidad para 80 personas.
Si muchos fueron los que anónimamente recibieron su ayuda
material, no menos fueron los que contaron siempre con su apoyo moral, y sobre todo
los jóvenes, que siempre encontraban en ella a la amiga dispuesta a colaborar con
sus necesidades, ya fuesen estas deportivas o artísticas; cuantas veces salía su
piano para actuaciones musicales, o sus muebles para decoración de las obras teatrales, y
cuanto sabe de esa ayuda el “Sanse” en sus inicios del local que les cedió en
la calle Postas, y así un largo etcétera.
Y como los Magos de Oriente, ella encontró la estrella de Dios un
6 de enero de 1982, en su pueblo, en el Hogar que ella había fundado, y en su
capilla descansan sus restos, junto a sus padres, a los pies de una Virgen con
cara sevillana, su Virgen de la Esperanza.
San Sebastián de los Reyes sigue recibiendo y disfrutando como un
regalo de los Reyes Magos, la obra que ella emprendió, porque los hombres pasan,
pero sus obras permanecen, y de esto saben bastante en Apadis.
El pueblo llano de San Sebastián de los Reyes sintió su pérdida y
no fue extraño oír voces llorosas al paso de su entierro que decían “¡Que Dios te dé
tanta gloria como pan nos diste!”.
Dicen que rectificar es de sabios, espero y deseo que nuestras
autoridades corrijan ese “olvido” que se tuvo en el
centenario.
*Santiago Izquierdo es Cronista Oficial de San Sebastián de los
Reyes y Archivero municipal Emérito. Este artículo su publicó originariamente en
la revista municipal La Plaza de la segunda quincena de Diciembre de 2016 (Nº 416) y de Enero de 2017 (Nº418).
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